Mon, 28 January 2019
Readings: |
Mon, 28 January 2019
4o Domingo de Tiempo Ordinario
Profeta de las naciones
Lecturas: Jeremías 1, 4-5,17-19 Salmo 71, 1-6,15-17 1 Corintios 12,31-13,13 Lucas 4,21-30
Las palabras de Dios de la primera lectura nos dirigen más allá que Jeremías a Jesús. Como Jeremías, Cristo fue consagrado en el vientre de su madre y enviado como “profeta de las naciones” (cfr. Lc 1,31-33).
Jesús enfrenta hostilidades como los profetas que le precedieron. En el Evangelio de hoy, la muchedumbre en la sinagoga de su pueblo natal se pone en contra de Él, aparentemente exigiéndole una señal, alguna prueba de sus orígenes divinos, de que es más que “el hijo de José”.
La señal que les da es la misma que la de los profetas Elías y Eliseo. De sus historias, toma dos ilustrativos relatos. En cada uno de ellos, los profetas pasan por alto a “muchos en Israel” y conceden bendiciones divinas a extranjeros (no israelitas) que creían en ellos como hombres de Dios (1 R 17,1-16; 2 R 5, 1-14). Jesús hace énfasis en que “nadie... ni uno solo” en Israel fue encontrado merecedor de esos dones.
La audiencia capta el mensaje. Ellos saben que Jesús los está identificando con esos “muchos en Israel”, del tiempo de los profetas. Por eso tratan de despeñarlo desde una altura escarpada. Y Dios libera a Jesús de quienes lo quieren dañar, como había prometido a su siervo Jeremías también.
Y como Elías y Eliseo, Jesús es enviado a proclamar el don divino de la salvación; no sólo a una nación o pueblo, sino a todos los que reconozcan en fe que, desde el vientre materno, sólo Dios es su esperanza, El que los rescata, su “roca y refugio”, como cantamos en el salmo de hoy.
Pablo nos dice en su epístola que las profecías son limitadas y desaparecerán “cuando venga la perfección” del amor. En Jesús, la palabra de los profetas ha sido llevada a la perfección y se ha cumplido en quienes tienen oídos para escuchar, como Él mismo declara en el Evangelio de hoy.
El amor es más grande que los dones de la fe y la esperanza. Jesús nos enseña a amar como Él y a amar a Dios como nuestro Padre, que nos formó en el vientre materno y nos destinó a escuchar su Palabra salvadora.
Esta es la salvación; estas son las “grandes maravillas del Señor” que, como el salmista, proclamamos diariamente con gratitud en la Eucaristía.
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Mon, 21 January 2019
New Day Dawns |
Mon, 21 January 2019
Nehemías 8,2-6,10 Salmo 19,8-10,15 1 Corintios 12,12-30 Lucas 1,1-4; 4,14-21 El significado de la Liturgia de este día es sutil y tiene muchos niveles de sentido. Para comprender qué está pasando en la primera lectura de hoy, es necesario conocer sus antecedentes. Una vez que Babilonia fue derrotada, el rey Ciro de Persia decretó que los judíos exiliados podrían volver a Jerusalén. Éstos, reconstruyeron su templo arruinado (cfr. Esd 6,15-17) y, bajo el liderazgo de Nehemías, levantaron de nuevo las murallas de la ciudad (cfr. Ne 6,15). Todo estaba listo para la renovación de la Alianza y el restablecimiento de la Ley de Moisés como la regla de vida del pueblo. De ello trata la primera lectura de hoy, en la que Esdras lee e interpreta la Ley (cfr. Ne 8,8) y el pueblo responde con un gran “¡Amén!”
Israel se dedica de nuevo a Dios y a su Ley, como cantamos en el salmo de hoy. La escena se asemeja a la profecía de Isaías que Jesús lee en el Evangelio de este domingo. Hay que leer todo Isaías 61. Las buenas nuevas que nos trae el profeta incluyen estas promesas: la liberación de los cautivos (61,1), la reconstrucción de Jerusalén o Sión (61, 3.4; cfr. Is 60,10), la restauración de Israel como reino de sacerdotes (61,6; cfr. Ex 19,6) y la forja de una nueva alianza eterna (61,8; cfr. Is 55,3). Todo esto es muy parecido a lo que nos dice la primera lectura. Por su parte, Jesús declara que la profecía de Isaías se cumple en Él. La escena del Evangelio recuerda también la primera lectura. Así como Esdras, Jesús está de pie ante el pueblo, recibe un pergamino, lo desenrolla y lo interpreta (comparen Lc 4,16-17.21 con Ne 8,2-6, 8-10). En la Liturgia de hoy atestiguamos la creación del nuevo pueblo de Dios. Esdras comenzó su lectura en el alba del primer día de un nuevo año judío (cfr. Lv 23,24). Jesús también proclama un “sábado”, un gran año jubilar, una liberación de la esclavitud del pecado, la dispensa de nuestra deuda con Dios (Lv 25,10). El pueblo aclamó a Esdras “como un solo hombre”. Y, como la epístola de hoy enseña, en el Espíritu, el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, es hecha “un cuerpo” con Cristo.
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Mon, 14 January 2019
Readings:
Think of these first weeks after Christmas as a season of “epiphanies.” The liturgy is showing us who Jesus is and what He has revealed about our relationship with God. Last week and the week before, the imagery was royal and filial—Jesus is the newborn king of the Jews who makes us co-heirs of Israel’s promise, beloved children of God. Last week in the liturgy we went to a baptism. This week we’re at a wedding. We’re being shown another dimension of our relationship with God. If we’re sons and daughters of God, it’s because we’ve married into the family. Have you ever wondered why the Bible begins and ends with a wedding—Adam and Eve’s in the garden and the marriage supper of the Lamb (compare Genesis 2:23–24 and Revelation 19:9; 21:9; 22:17)? Throughout the Bible, marriage is the symbol of the covenant relationship God desires with His chosen people. He is the groom, humanity His beloved and soughtafter bride. We see this reflected beautifully in today’s First Reading. When Israel breaks the covenant, she is compared to an unfaithful spouse (see Jeremiah 2:20–36; 3:1–13). But God promises to take her back, to “espouse” her to Him forever in an everlasting covenant (see Hosea 2:18–22). That’s why in today’s Gospel Jesus performs His first public “sign” at a wedding feast. Jesus is the divine bridegroom (see John 3:29), calling us to His royal wedding feast (see Matthew 22:1–14). By His New Covenant, He will become “one flesh” with all humanity in the Church (see Ephesians 5:21–33). By our baptism, each of us has been betrothed to Christ as a bride to a husband (see 2 Corinthians 11:2). The new wine that Jesus pours out at today’s feast is the gift of the Holy Spirit given to His bride and body, as today’s Epistle says. This is the “salvation” announced to the “families of nations” in today’s Psalm. |