Dec 10, 2018
Lecturas:
Sofonías 3, 14-18
Isaías 12, 2-6
Filipenses 4, 4-7
Lucas 3, 10-18
En el Evangelio de este domingo, el pueblo está “lleno de
expectación”. Cree que Juan el Bautista podría ser el Mesías, a
quien ha estado esperando. Tres veces escuchamos su pregunta “¿Qué
debemos hacer?” La venida del Mesías reta a cada persona a tomar
una decisión: arrepentirse o no arrepentirse. Este es el mensaje de
Juan y será el de Jesús (cfr. Lc 3,3; 5,32; 24,47).
“Arrepentimiento” es la traducción de una palabra griega, metanoia
(que significa literalmente, “cambio de mentalidad”). En las
Escrituras, el arrepentimiento se presenta como un “giro” que
comprende dos aspectos: alejarse del pecado (cfr. Ez 3,19; 18,30) y
acercarse a Dios (Si 17,20-21; Os 6,1).
Este “giro” es más que un simple ajuste de actitud. Implica un
cambio radical de vida. Requiere “buenos frutos” como evidencia de
arrepentimiento (cfr. Lc 3,8). Por ello, Juan les dice a las
multitudes, a los soldados y a los publícanos que tienen que
demostrar su fe mediante obras de caridad, honestidad y justicia
social.
En la liturgia de este día, cada uno de nosotros está llamado a ser
parte de esa muchedumbre que escucha la “Buena nueva”, la
exhortación de Juan a arrepentirse. Debemos examinar nuestras
vidas, y preguntar sinceramente como ellos, “¿Qué debemos hacer?”
Nuestro arrepentimiento debe brotar, no de nuestro miedo a la “ira
inminente” (cfr. Lc 3,7-9), sino de la gozosa cercanía a nuestro
Dios Salvador.
El tema resuena en las lecturas de hoy. En la epístola leemos:
“Alégrense…el Señor está cerca. No se inquieten por cosa alguna”.
Mientras que el salmo nos exhorta nuevamente a estar gozosos, sin
temor a la venida del Señor entre nosotros.
En la primera lectura de hoy, escuchamos ecos del anuncio del ángel
a María. Las palabras del profeta se asemejan mucho al saludo de
Gabriel (cfr. Lc 1,28-31). María es la Hija de Sión, la favorita de
Dios, instruida a no temer sino a regocijarse de que el Señor, “un
Salvador poderoso”, está con ella.
Ella es la causa de nuestra alegría, pues por su medio se nos
acerca el Mesías; aquel de quien Juan prometió: “está a punto de
llegar uno que es más poderoso que yo” (Lc 3, 16).