Preview Mode Links will not work in preview mode

Your guide through the scripture readings of Daily Mass from Dr. Scott Hahn, Dr. John Bergsma, and our other theologians from the St. Paul Center. Insight on memorials and feasts of our God's saints and personal insight from sacred scripture.

Subscribe to Letters From Home at Apple Podcasts, Spotify or wherever you listen to podcasts.

Feb 25, 2023

Lecturas:
Génesis 2,7–9; 3,1–7
Salmo 51,3–6.12–14.17
Romanos 5,12–19
Mateo 4,1–11

En la liturgia de hoy, el destino de la raza humana se nos cuenta como un relato sobre dos “tipos” de hombre: el primero, Adán, y el nuevo Adán, Jesús (cf. 1 Co 15,21–22; 45–59).

San Pablo construye su argumento en la epístola mediante una serie de contrastes entre “uno” o “una solo hombre”, y “muchos” o “todos”. Por la desobediencia de una persona entró el pecado y la condena al mundo, y la muerte comenzó a reinar sobre todos. Por la obediencia de otro, abundó la gracia, todos fueron justificados y la vida vino a reinar para todos.

Este es el drama que se revela en la primera lectura y el Evangelio de hoy.

Adán, que fue formado de la arcilla del suelo y lleno del aliento del propio Espíritu Divino, era hijo de Dios (cf. Lc 3,38), creado a su imagen (cf. Gn 5,1–3). Coronado de su gloria, se le dio poder sobre toda la tierra y la protección de sus ángeles (cf. Sal 8,6–8; 91,11–13). Fue creado para adorar a Dios; para vivir no sólo de pan sino de la obediencia a cada palabra que sale de la boca de Dios.

Sin embargo, Adán puso a prueba al Señor su Dios. Cedió a la tentación de la serpiente, tratando de tomar para sí todo lo que Dios ya le había prometido. Pero Jesús, a la hora de su tentación, venció en lo que Adán había fallado y apartó al demonio.

Nosotros aún pecamos, siguiendo los pasos de la caída de Adán. Como él, dejamos entrar el pecado en nuestra puerta cuando alimentamos dudas sobre las promesas de Dios, cuando olvidamos llamarlo en nuestros momentos de tentación.

Pero la gracia que Cristo nos ganó con su obediencia implica que el pecado ya no es amo nuestro.

Al comenzar este tiempo de arrepentimiento podemos confiar en su compasión, en que Él creará en nosotros un nuevo corazón (cf. Rm 5,5; Hb 8,10). Como lo hemos hecho con el salmo de hoy, podemos cantar alegremente nuestra salvación, renovados en su presencia.