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Your guide through the scripture readings of Daily Mass from Dr. Scott Hahn, Dr. John Bergsma, and our other theologians from the St. Paul Center. Insight on memorials and feasts of our God's saints and personal insight from sacred scripture.

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Jul 30, 2018

Lecturas:
Éxodo 16, 2–4. 12-5
Salmo 77, 3 y 4bc. 23–24. 25 y 54
Efesios 4, 17. 20–24
Juan 6, 24-35

El camino del discipulado es un éxodo de toda la vida, desde la esclavitud del pecado y de la muerte hasta la santidad de la verdad en el Monte Sion, la tierra prometida de vida eterna.

La senda puede tornarse difícil. Y cuando esto sucede, podemos ser tentados a quejarnos como lo hicieron los israelitas en la primera lectura de esta semana.

Debemos ver estos tiempos de dificultad como una prueba para evaluar lo que hay en s corazones, como un llamado a confiar más en Dios y a purificar los motivos de nuestra fe (véase Deuteronomio 8, 2-3).

Como San Pablo nos recuerda en la epístola de esta semana, debemos dejar atrás nuestros viejos auto decepciones y deseos y vivir de acuerdo con nuestra semejanza a Dios en la cual estamos hechos.

Jesús, en el evangelio de esta semana, les dice a las multitudes que lo están siguiendo por razones equivocadas. Lo buscan porque les dio de comer. También los israelitas estaban felices de seguir a Dios mientras habían comido en abundancia.

La comida es el mas obvio de los signos—siendo la mas básica de nuestras necesidades humanas. Necesitamos nuestro pan de cada día para vivir. Pero no podemos vivir sólo de pan. Necesitamos el pan de vida eterna que preserva al que cree en Él (véase Sab. 16, 20 y 26).

El maná en el desierto, como el pan que Jesús multiplicó para la muchedumbre, era un signo de la providencia de Dios—que debemos confiar en que Él proveerá.

Estos signos nos señalan a su cumplimiento en la Eucaristía, el abundante pan de ángeles del que cantamos en el Salmo de esta semana.

Este es el alimento que Dios está deseando darnos. Este es el pan que deberíamos estar buscando. Pero seguido este no es el pan que pedimos. En cambio, buscamos las cosas perecederas de nuestros deseos y ansiedades cotidianas. En nuestra debilidad pensamos que estas cosas son lo que realmente necesitamos.

Debemos confiar más en Dios. Si buscamos primero su reino y su justicia, todas esas cosas serán nuestras también.