Preview Mode Links will not work in preview mode

Your guide through the scripture readings of Daily Mass from Dr. Scott Hahn, Dr. John Bergsma, and our other theologians from the St. Paul Center. Insight on memorials and feasts of our God's saints and personal insight from sacred scripture.

Subscribe to Letters From Home at Apple Podcasts, Spotify or wherever you listen to podcasts.

Sep 25, 2021

Lecturas:
Números 11, 25–29
Salmo 19,8.10.12–14
Santiago 5, 1–6
Marcos 9, 38–48

El evangelio de este domingo presenta una escena que recuerda otro momento de la historia de Israel: el episodio que escuchamos en la primera lectura. Los setenta ancianos que reciben el Espíritu de Dios por medio de Moisés, anticipan el ministerio de los apóstoles.

Como Josué en la primera lectura, Juan se equivoca al suponer que solo unos pocos selectos serán inspirados y encargados de llevar a cabo los planes de Dios. El Espíritu sopla donde quiere (cfr. Jn 3, 8) y Dios desea otorgarlo a todo su pueblo, en todas la naciones que hay bajo el cielo (cfr. Hch 2, 5.38).

Dios puede y podrá actuar con gran poder a través de personas ordinarias, de quienes no se espera gran cosa. Todos estamos llamados a realizar incluso las tareas más sencillas, como dar un vaso de agua a alguien en su nombre y por la causa de su reino.

Juan pretende estar protegiendo la pureza del nombre del Señor. Sin embargo, en realidad, solo está guardando sus propios privilegios y estatus. Es notable que los apóstoles quieren detener el ministerio de un excorcista. Esto se debe a que la autoridad de expulsar demonios y espíritus inmundos fue uno de los poderes específicos otorgados a los Doce (cfr. Mc 3,14-15; 6,7.13).

“Absuélveme de las faltas que se me ocultan”, oramos en el salmo de hoy. Muchas veces, como Josué y Juan, talvez sin darnos cuenta, escondemos nuestras faltas y miedos bajo la pretensión de estar defendiendo a Cristo o a la Iglesia.

Sin embargo, como nos dice Jesús en el Evangelio, en vez de preocuparnos sobre quién es un verdadero cristiano y quién no, más bien debemos empeñarnos en vivir de acuerdo con nuestra vocación de discípulos (cfr. Ef 1,4).

¿El consejo que damos o nuestro testimonio de vida, son causa de escándalo, de modo que hacen a otros dudar o perder la fe? ¿Hacemos lo que debemos por amor a la voluntad del Padre, o por otros motivos?

Necesitamos seguir meditando en su Ley, como cantamos en el salmo de hoy. Debemos pedir en la oración la gracia para ver nuestras propias faltas y superarlas.