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Your guide through the scripture readings of Daily Mass from Dr. Scott Hahn, Dr. John Bergsma, and our other theologians from the St. Paul Center. Insight on memorials and feasts of our God's saints and personal insight from sacred scripture.

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Nov 20, 2021

Lecturas:
Daniel 7, 13-14
Salmo 93,1-2.5
Apocalipsis 1, 5-8
Juan 18, 33-37

¿Cuál es la verdad sobre la que Cristo da testimonio en este último Evangelio del año litúrgico?

La verdad de que, en Jesús, Dios cumple la promesa hecha a David acerca de un reino eterno y un heredero suyo, que a la vez sería Hijo de Dios, “el primogénito, el más alto de los reyes de la tierra” (cfr. 2S 7, 12-16; Sal 89, 27-38).

La segunda lectura de hoy, tomada del Apocalipsis, cita estas promesas y celebra a Jesús como “el testigo fiel.” Recuerda la profecía de Isaías, según la cual el Mesías testificaría ante las naciones que Dios mantiene su alianza eterna con David (Is 55, 3-5).

Sin embargo, como Jesús le dice a Pilatos, su reino es mucho más que la mera restauración de una monarquía temporal. En el Apocalipsis, Jesús dice ser “el Alfa y la Omega”; la primera y la última letras del alfabeto griego. Se atribuye a Sí mismo una descripción que en el Antiguo Testamento corresponde a Dios: el primero y el último, el que llama a todas las generaciones (cfr. Is 41,4; 44, 6; 48, 12).

“Tú mantienes el orbe”, aclama el salmo de este domingo. El dominio del Señor se extiende sobre toda la creación (cfr. Jn 1, 3; Col 1, 16-17).

Y en la primera lectura, contemplamos la visión de Daniel que describe un hijo de hombre viniendo “sobre las nubes del cielo”—otra señal de su divinidad—para recibir “la gloria y la soberanía” para siempre, sobre todas las naciones y pueblos.

Cristo es Rey y su reino, aunque no sea de este mundo, existe en este mundo por medio de la Iglesia. Somos un pueblo real. Sabemos que hemos sido amados por Él, liberados por su sangre y transformados en “un reino de sacerdotes” de su Dios y Padre (cfr. Ex 19, 6; 1 P 2, 9).

Como pueblo sacerdotal, compartimos su sacrificio y damos testimonio de la eterna alianza de Dios. Pertenecemos a su verdad y escuchamos su voz, esperando que venga de nuevo entre las nubes.